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Esta Pascua, yo hubiera podido haber visitado de nuevo Dove Cottage en Grasmere, la cabaña donde él vivía con su hermana Dorothy a principios del siglo XIX. La casa y el jardín debían haber reabierto la semana pasada, después de una transformación de 6.2 millones de libras (7.1 millones de dólares), con la celebración del 250 aniversario de su nacimiento titulado “Reimaginando a Wordsworth”.
Pero tendré que conformarme con la imaginación. El aislamiento forzado y el deambular limitado, solitario o no, están a la orden del día desde el confinamiento ocasionado por COVID-19. La reapertura ha sido pospuesta. Y Dove Cottage en sí, normalmente un atractivo lugar para los turistas, está más tranquilo de lo que jamás ha estado desde que William y Dorothy residieron allí hace 200 años.
Es una exageración llamar a los Wordsworth los trabajadores desde casa originales, ya que ellos vivían en una época en que trabajar “desde la casa” era la norma y el trabajo en masa organizado, y mucho menos cualquier cosa que reconozcamos como trabajo de oficina moderno, era la excepción. Puede que Wordsworth haya disfrutado estar solo, pero no era un hombre solitario, ha señalado el biógrafo Stephen Gill en una breve apreciación para The Wordsworth Trust. Sin embargo, el poeta perfeccionó algunos hábitos mentales que beneficiarían a cualquiera que se encontrara en un aislamiento forzado. El recuerdo de esos famosos narcisos estaba a su disposición cada vez que lo necesitaba, “Porque a menudo, tendido en mi cama, / pensativo o con ánimo cansado, / los veo en el ojo interior del alma / que es la gloria del hombre solitario”.
Su enfoque sigue precisamente en algunos de los consejos sobre la conciencia plena y sobre el bienestar mental que todas las grandes organizaciones actualmente están ofreciéndole a su personal conforme lidian con semanas de trabajo remoto obligatorio.
Los trabajadores están por su cuenta en más de un sentido. La literatura acerca de cómo nos comportamos durante y después de la cuarentena analiza la evidencia de la epidemia del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS, por sus siglas en inglés) de 2003 y del brote de gripe H1N1 de 2009, entre otros. Pero, en esos casos, el confinamiento tenía un alcance geográfico limitado y las personas estuvieron aisladas entre siete y 30 días. Aun así, los efectos pudieran durar hasta tres años. Las compañías multinacionales ya están notando que los trabajadores realmente comienzan a mostrar la tensión después de cuatro o cinco semanas.
No es de extrañar que las multinacionales estén rápidamente implementando iniciativas de salud mental. Todas las organizaciones que he contactado desde que se inició la pandemia han dicho que han observado un significativo aumento en la cantidad de personal buscando consejos de los servicios de asesoramiento establecidos bajo sus programas de asistencia para empleados.
Daisy Fancourt, de la Universidad Colegio de Londres (UCL, por sus siglas en inglés), está tratando de mapear el impacto psicológico y social de esta pandemia con un estudio a gran escala basado en encuestas que ya ha atraído a más de 60,000 participantes. “Las cosas pudieran empeorar para las personas porque el confinamiento está continuando por más tiempo”, me dijo, “pero puede que las personas comiencen a adaptarse. Puede que cambien sus rutinas y establezcan un ritmo”.
Wordsworth también tiene algo que ofrecer en esta situación. La profesora Fancourt y otros investigadores han realizado numerosos estudios acerca del impacto sobre el bienestar mental del involucramiento cultural. En un artículo publicado el año pasado, ellos descubrieron que la participación en una actividad creativa, ya fuera escribir poesía o tocar el piano, podía mejorar el estado de ánimo distrayendo del estrés, provocando la contemplación y desarrollando la autoconfianza. Ellos descubrieron que intentar algo nuevo era particularmente beneficioso.
O simplemente pudieras disfrutar de la poesía: en la época de Wordsworth, el pensador liberal John Stuart Mill afirmó el valor de leer sus poemas calificándolos como “medicina para mi estado mental”. Sus descripciones gráficas son, sin duda, una bienvenida alternativa a dejar que las fotos de archivo salvapantallas de Microsoft Windows de lugares que ya no podemos visitar se burlen de nosotros.
El coronavirus no es una vacación o un pasatiempo, por supuesto. Se corre el riesgo de convertir en deprimidos teleadictos incluso hasta a los más activos e involucrados. La avalancha de alegres consejos para convertir la crisis en una oportunidad creativa pudiera aumentar la presión sobre empleados que ya están ansiosos por la incertidumbre de su destino, tal como lo señala sabiamente la profesora Fancourt. Pero un acto de autocuidado, recordar “cosas memorables” y evocar del pasado alegres “espacios de tiempo”, como los llamó el poeta, puede ayudar.
Vía: El Financiero.