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Por una parte, hay quienes aseguran que la base de todo está en la confianza. Si no tienes nada que esconder entonces no hay problemas en que alguien más tenga acceso a las contraseñas del celular, tarjetas y correo electrónico para que también pueda tener control total de un mundo que, en teoría, solo te pertenece.
Esa satisfacción de tener la conciencia limpia conlleva a muy pocos a confiar en aquella persona, incluso después de haber culminado una relación. En esencia, existe la certeza de que a pesar de haber roto cualquier vínculo sus secretos estarán a salvo. Otros, por el contrario, destacan que compartir contraseñas demuestra inseguridad y dependencia.
Psicólogos con experiencia en relaciones se propusieron estudiar si algún caso es bueno para compartir contraseñas y, más allá de las excepciones, sugieren mantener las contraseñas privadas. La razón son los beneficios, según Kelly Campbell, profesora de la Asociación de Psicología de la Universidad Estatal de California: “En las relaciones, es bueno y saludable tener algo de independencia. Las parejas más felices tienen cierto grado de secreto y privacidad.
El amor y el espacio personal
Si la confianza verdaderamente existe, entonces no habrá clave que la supere. Así que si te encuentras en una situación en la que no tienes nada que temer, podrás dejar tus cuentas abiertas sin temor o revisar la lista de correos al lado de tu pareja.
A pesar de ello, es fundamental internalizar que siempre habrá motivos para respetar el espacio individual de cada quien, que será su mundo personal al que nadie puede tener acceso. Esto no quiere decir que si hay suficientes motivos para dudar, no debas hacer frente a la situación, pero lo más sano es entablar una conversación honesta en vez de querer jugar al superespía.
Por: LILIHANA LARA AREVALO.
Vía: iMUJER.