Aunque muchas personas lo vean como algo normal, estar permanentemente a dieta es un trastorno alimenticio, como lo son la bulimia y la anorexia. El término para definirlo es permarexia, y afecta a muchas más personas de lo que crees. Se trata de un trastorno del que poco se habla, por no ser tan fácil de detectar. Pero, ¿cómo saber si es algo que nos está afectando, o le está sucediendo a alguien cercano? Para comprender este fenómeno, a continuación te contamos todo lo que debes de saber sobre la permarexia.
¿EN QUÉ CONSISTE LA PERMAREXIA?
Como hemos mencionado, la permarexia puede definirse como un trastorno en el que la persona afectada vive haciendo dietas, con la consecuencia de subir y bajar de peso constantemente, o también adoptando una dieta pasajera a largo plazo, ya sea porque lo asumió como una dieta balanceada, o porque teme volver a subir de peso.
Una de las caracterísiticas que presentan las personas con este trastorno, al igual de los que sufren de ortorexia (obsesión la comida saludable) o de vigorexia (personas obsesionadas con el ejercicio), es que sufren de un vacío de identidad. Si el problema fuera simplemente bajar de peso, pierdes los kilos y ya está, pero en el caso de los permaréxicos, estar a dieta se vuelve una parte importante de quiénes son, de identifican con ese momento de su vida.
¿DÓNDE SE ORIGINA LA PERMAREXIA?
Como todo lo que está relacionado con la alimentación, la permarexia se origina en la cocina de nuestros hogares. Las personas atribuímos sentimientos y emociones a la comida, ya que estar en la mesa con los seres queridos es un momento de convivencia muy importante. Para muchos, los problemas alimenticios comenzaron con una madre que vivía haciendo dieta y nos enseñó que la comida es mala, hay que controlarla y controlar el propio cuerpo en busca de la perfección. Para otros, la comida ha venido a suplir vacíos emocionales, debidos tal vez a padres ausentes o sentimientos no expresados.
En el caso de Paula Lobato, una bióloga de 35 años, el problema comenzó desde pequeña: "Mi madre era una mujer muy delgada, con un excelente metabolismo. A ella le encanta que la comida abunde en casa, y nunca tuvo preocupaciones por su alimentación. Yo, en cambio, tengo un metabolismo lento, y desde pequeña comencé a subir de peso. Entonces me obsesioné con comer más frutas y verduras, y cuidar cada alimento que llevaba al plato."
Para Karina Uribe, de 30 años, el problema comenzó con el manejo de emociones durante la adolescencia. Y es que en su familia "se comían las emociones". Ella aprendió a recurrir a diferentes tipos de alimentos, dependiendo si eran para castigarse o premiarse. Depués de varios años subiendo y bajando de peso, Karina pensó que había logrado un balance por medio de una dieta baja en carbohidratos. De lo que no se había dado cuenta es que esa dieta se había vuelto una parte importante de su vida. Ahora había cambiado los alimentos para premiarse o castigarse, pero el problema sería ahí. Todo giraba en torno a su dieta, y se había vuelto una limitante cada vez que iba a reuniones o salía a comer. Se había convertido en "la que está a dieta" sin darse cuenta.
Generalmente este tipo de trastornos comienzan a aparecer durante la adolescencia, por ello es importante investigar los síntomas y sus primeras manifestaciones. ¿Cuándo fue que se hizo la primera dieta? ¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de las dietas, dónde lo vio? ¿Algún miembro de su familia tenía el mismo tipo de comportamiento?
Es entre los 12 y los 16 años que se forja nuestra autoestima y nuestro sentido de identidad, pero si en esa etapa hubo fallos, lo más probable es que encontremos nuestra identidad en el hecho de hacer dietas o tener algún trastorno alimenticio. Las personas que las padecen tienen una imagen alterada (y bastante negativa) de sí mismos, son inseguras, tienen fobia a engordar porque piensan que nadie va a quererlos si no son perfectos. Por eso siempre están en busca de nuevas dietas o modas que "solucionen sus problemas", cuando en realidad el problema va mucho más allá de lo que indica la balanza.
ENTRE EL CUERPO REAL Y EL CUERPO IDEAL
Otro factor que juega un rol importante en trastornos de alimentación es el ideal de belleza que existe en nuestra sociedad. Aunque sabemos que el tipo de cuerpo que tienen las modelos corresponde a lo mucho al 5% de las mujeres en el mundo, seguimos viéndolo en todas partes como la meta que debemos alcanzar. Las exigencias son muy altas: cuánto debemos medir, cuánto debemos pesar, cómo deben lucir nuestros pechos, nuestras caderas, nuestros muslos... la lista sigue y sigue. El problema es que quieren meternos a todos en el mismo molde, y eso es simplemente imposible.
Vivir de esta manera puede volverse problemático por diversas razones. Puede que pases una gran parte de tu tiempo pensando en la comida, en los menús que vas a preparar, o en los alimentos y suplementos de moda, y cómo conseguirlos. Puede que dejes de salir a cierto tipo de eventos por la ansiedad que te produce la comida o tu cuerpo. Puede que tu armario esté lleno de ropa en diferentes tallas: la que tenías antes, la que llevas actualmente y las tallas más pequeñas que aspiras ponerte pronto. Sin embargo, el ciclo puede seguir así durante años, se vuelve costoso y frustrante.
Pero ese no es el único riesgo. Vivir a dieta trae cambios importantes en nuestro metabolismo, y por lo general lo vuelve más lento. Una mujer necesita consumir entre 1800 y 2000 calorías al día. Para que tu alimentación te lleve a perder peso, es necesario reducir unas 300 a 400 kcal por días, además de hacer ejercicio. Sin embargo, las personas que viven a dieta harán primero un regimen de 900 kcal diarias, por poner un ejemplo, y al cabo de unos días, su organismo comenzará a gastar cada vez menos calorías. Así, para ver resultados, será necesario comer cada vez menos, y de desata una espiral de problemas de autoestima y salud.
¿Cómo podemos romper ese ciclo?
ALGUNOS CONSEJOS PARA SALIR DE LA PERMAREXIA
Lo más importante que debes tener en cuenta si tú o alguien cercano sufre de permarexia, es que será necesario por un lado, reaprender a comer sanamente y, por otro, buscar ayuda psicológica para trabajar en todo aquello que nos llevó a desarrollar el trastorno.
Es importante dejar de ver la comida como un enemigo, y saber que el secreto de la nutrición está en el balance. Para ello es importante dejar de ver la comida como un premio o un castigo. Antes de comer, pregúntate qué emociones se esconden detrás de tu antojo. Identifica los alimentos a los que recurres cuando sientes tristeza, frustración o ansiedad.
Al momento de comer, sirve tu plato con mucho colorido, con verduras, cereales, y proteínas de calidad. Pensar en la comida como una manera de nutrirnos y respetar nuestro cuerpo, no como un enemigo que hay que dominar. Por supuesto, no debes excluir esos "gustitos culposos" como las frituras o los postres, pero sí darles un espacio adecuado. No los conviertas en un premio pero, cuando los comas, disfrútalos. Saber que tienes permiso de ser humano es clave para reconciliarte con la comida.
Por último, escucha las sensaciones de tu cuerpo en vez de tus emociones. Siente cada bocado, mastica lentamente y saboréalo. Haz pausas durante la comida para sentir señales de saciedad, y deja de comer cuando te sientas satisfecha. Retomar esta relación con tu cuerpo te ayudará a descubrir que él tiene la capacidad de hablarte, de mostrarte sus verdaderas necesidades, y también de regenerarse.
Vía: Rebañando.