Se trata de una especie de salchicha o pudin salado que, según la receta tradicional, se elabora con diferente tipos de carne de oveja y cordero (generalmente vísceras), avena, sal y especias. Sus orígenes son humildes: era una comida popular, de gente pobre, sin pretensiones. De entrada, su composición no resulta demasiado tentadora, pero sí lo es su sabor.
Se cree que el Haggis tiene también orígenes vikingos. Lo cierto es que tanto en Suecia como en Islandia hay platos de elaboración similar y con nombres muy parecidos: el sueco hagga y el islandés hoggva.
La tradición manda que, durante la famosa Cena de Burns del 25 de enero (en honor al poeta Robert Burns), se sirva en la mesa un buen Haggis acompañado de puré de nabos, patatas y un buen vaso de whisky. Escocia a la mesa en su máxima expresión. Pero todos los días del año se puede degustar esta curiosa delicia en cualquier pub o restaurante. Existen cerca de 50 variedades regionales.
Otra opción para el turista es la de adquirir un Haggis precocinado en algún supermercado y prepararlo tranquilamente en casa: basta con hervirlo o meterlo en el horno o el microondas.
Vía: Dónde Viajar.