La actual ciudad europeizada se construyó sobre las ruinas de la antigua Alejandría. De hecho, cada año se descubre una estatua griega o un mosaico romano en alguna obra de la ciudad o en aguas poco profundas, junto al puerto oriental. Incluso las ruinas del Palacio de Cleopatra y el antiguo faro de la ciudad pueden ser vistos aún por los buceadores. Los tesoros sumergidos del puerto y la Bahía de Abu Qir son un poderoso reclamo para submarinistas de todo el mundo.
Otro estrato del pasado de Alejandría es su herencia colonial: pastelerías, hoteles y tiendas cuyos nombres y fotografías evocan otros tiempos con un fuerte aroma de nostalgia. Sin embargo, se trata de una urbe no menos caótica y febril que El Cairo.
Para el visitante, los tres principales atractivos de la ciudad moderna son su icónica biblioteca, el Museo Nacional de Alejandría y el Teatro Romano (todos situados en la periferia del centro de la ciudad, a unos quince minutos a pie desde la céntrica plaza de Midan Sa’ad Zaghloul). Pero también es de justicia añadir los excelentes restaurantes de mariscos de la ciudad, siempre llenos de turistas.
Los alejandrinos, cuyas familias han vivido aquí durante generaciones, se muestran orgullosos de su herencia multiétnica y su espíritu abierto a nuevas ideas e influencias, aunque su cosmopolitismo ha sido desafiado en los últimos años por el auge del islamismo radical.
A pesar de todo, Alejandría sigue siendo la “capital alternativa” de Egipto, cultural, social y políticamente, a veces en sintonía con El Cairo, otras veces haciendo gala de una innegable vocación independiente.
Vía: Dónde Viajar.