Cualquiera que haya volado lo sabe: durante el despegue y el aterrizaje se crea una presión desagradable sobre los oídos, para algunos poco más que una molestia, pero para otros un verdadero suplicio. El fenómeno se debe a la diferencia de presión entre el aire de la cabina y el del exterior. En un avión, la presión del aire se genera de forma artificial, algo necesario para que los pasajeros y la tripulación sobrevivan a diez kilómetros de altura. Para ello, la presión que se crea es la equivalente a la que sentiríamos en la cima de una gran montaña a 2.500 metros de altitud.
La cabina, convenientemente presurizada, está expuesta permanentemente a la presión externa del aire durante el vuelo. Regular la presión es fundamental, pero hay algunos daños colaterales: los delicados oídos de algunas personas.
¿Por qué nos duelen los oídos? A medida que aumenta la altura de vuelo, la presión es mayor. Sin embargo, en el oído medio, la presión sigue siendo la misma. Entonces, el tímpano se abomba hacia fuera y ya no puede oscilar libremente. Para algunas personas esto se traduce en una especie de semisordera, un “tapón” en el oído; para otros en cambio es un dolor agudo e insoportable. Si el aeropuerto de destino se halla cerca del nivel del mar, la sensación de molestia es mucho mayor, pues el cambio de altitud es más acentuado.
¿Qué hacer para aliviar el dolor de oído?
Se recomienda a los pasajeros cuyos oídos se han taponado durante el vuelo hacer algo tan sencillo como bostezar o tragar saliva. Chupar un caramelo también puede ayudar, por eso las azafatas suelen repartirlos entre el pasaje antes de iniciar el descenso.
Un bostezo puede ser muy útil a la hora de compensar la presión del interior del oído humano, aliviando el dolor en muchos casos. Si viajamos con un bebé, lo mejor es darles el pecho para provocar el reflejo de succión y deglución.
Vía: Dónde Viajar.