Ya los antiguos romanos conocían la belleza de este lugar, al que bautizaron como Portus Delphini (el puerto de los delfines). Por desgracia, ya no podemos ver a estos mamíferos marinos en estas aguas con la frecuencia de entonces, aunque hay otros motivos para visitar este maravilloso rincón: un pequeño puerto donde se mecen las barquitas flanqueado por altos acantilados, casas con fachadas de mil colores, las verdes montañas de fondo…
Si conseguimos superar la prueba de descender desde la carretera principal hasta el puerto, después de mil y una curvas, disfrutaremos de la recompensa: una localidad marinera tan bonita que parece irreal, y que nos invita a pasear descubriendo su notable patrimonio histórico: iglesias medievales (algunas de ellas en ruinas), una fortificación del siglo XVI y el delicioso puerto.
Como hemos dicho antes, el precio a pagar para disfrutar de la magia de Portofino es la carretera: estrecha, llena de curvas y no demasiado bien mantenida. La ruta desde Génova no requiere más de una hora, aunque el último tramo, desed Rapallo hasta el puerto, se puede hacer eterno. Así que hay otra opción: alquilar una excursión en barca desde Rapallo y entrar en Portofino por mar. La experiencia será inolvidable.
Vía: Dónde Viajar.