El Riad, que además de hotel puede ser una casa e incluso un restaurante, posee una estructura muy bien definida: todo gira en torno a una gran sala o patio central donde se halla una gran fuente o una refrescante piscina. Se trata de una organización del espacio donde se mezclan las influencias de la arquitectura árabe-andalusí con elementos persas y romanos. El patio simboliza el oasis en el desierto, un bello jardín de agua, plantas, aromas agradables y frescor.
Las habitaciones se disponen en los pisos superiores, todas ellas asomadas al patio. Rematando el edificio está la gran terraza ajardinada que, en algunos casos, cuenta también con una sauna de vapor estilo hammam y un solarium.
Los viejos palacios de ciudades como Fez, Rabat, Salé, Meknes, Tánger o Marrakech empezaron a ser restaurados y reconvertirlos en hoteles de lujo a mediados de los años 70, con lo que además de hacer negocio se consiguió salvaguardar un valioso patrimonio cultural.
Más adelante se construyeron también riads modernos ubicados en emplazamientos menos bulliciosos que las medinas de las ciudades y dotados de todas las comodidades del gusto de los turistas occidentales. Su encanto y su magia son, sin embargo, los mismos.
Vía: Dónde Viajar.