Si entras en el Café Central tendrás el honor de unirte la larga lista de ilustres personajes como León Trotsky, Sigmund Freud o Alfred Polgar que han frecuentado este lugar desde su inauguración en el año 1860. Punto de encuentro de intelectuales y artistas, las tertulias de este local son ya un mito. También lo fueron sus partidas de ajedrez, seguidas con avidez por el público. De hecho este café fue conocido a mediados del siglo XX como “la universidad del ajedrez”.
El Café Central cerró sus puertas tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y la ciudad se pasó tres décadas echándolo de menos. Por fin, en 1975 (el año europeo de protección del patrimonio artístico), las autoridades vienesas se decidieron a remodelar el Palais Ferstel y el viejo Café Central volvió a abrir al público, para deleite de turistas y nostálgicos.
Aunque un tanto impostado, el ambiente aquí es encantador y la experiencia de pasar un rato en el Café Central es fantástica. En todo caso es ciertoq que nos servirán siempre un excelente café y una amplia y variada oferta de deliciosa repostería. En algunas ocasiones se suman a la fiesta maravillosos conciertos de piano en directo. Y sí, los precios (caros) están a la altura de la experiencia, pero vale la pena pagarlos.
Vía: Dónde Viajar.