Esta fue la antigua residencia de los emperadores Habsburgo durante los siglos XVIII y XIX. Inspirado en la belleza y grandiosidad de Versalles, también en sus extensos y preciosos jardines. Como el palacio francés del Rey Sol, Schönbrunn también disponía de un pequeño pabellón de caza y una residencia de verano para la familia, aunque fue durante el reinado de la emperatriz María Teresa, quien recibió la finca como regalo de bodas, cuando la maravilla tomó el aspecto que hoy vemos.
Ya dedicamos tiempo en su día a visitar el interior del palacio, hoy nos toca conocer algunos secretos de sus impresionantes jardines barrocos, destinados a ser un símbolo del poder imperial, una prolongación hacia el exterior de los magníficos interiores del palacio.
Justo detrás de la fachada del palacio, frente a los jardines, se halla el Gran Parterre, que consta de grandes dibujos simétricos hechos de setos de boj y grava de colores que dan forma a complejos motivos bordados, un estilo que se conoce como parterre de broderie. A ambos lados del parterrehay bosquecillos ornamentales con las copas de los árboles recortadas casi al milímetro. Estos bosques esconden pasillos, pequeñas aberturas y cerramientos ocultos.
En definitiva, una suerte de escultura vegetal que hace que se hable de estos jardines como “los jardines esculpidos”.
Los setos y avenidas de árboles ocupan una extensión de más de 30 kilómetros. Como hace tres siglos, decenas de jardineros trabajan cada día durante todo el año por mantener y conservar estos diseños, así como crear otros nuevos, el toque especial que hace de los jardines de Schönbrunn en Viena uno de los lugares más bonitos de Europa.
Vía: Dónde Viajar.